La Importancia de la Oración A Fin de Desarrollar el Alma, y Las Obras Serán Realizadas  

 

YO ESTOY AQUÍ, Juan, Apóstol de Jesús.

Yo soy el apóstol, y no es necesario que me pongas a prueba como dijo tu amigo, pues ningún espíritu puede personificarme cuando yo estoy presente.
Por lo tanto, debes confiar en mí y tratar de recibir con fe, lo que yo he de escribir esta noche, y encontrarás que será de tu beneficio.
Vine, primordialmente, para decirte que he estado escuchando la conversación entre ustedes dos y la lectura del Sermón del Monte, dado a nosotros por el Maestro en los días de antaño, como se diría.

Cuando ese sermón fue dado, no estábamos en una condición de gran desarrollo espiritual, y no entendimos su significado profundo, y en cuanto su significado literal, pensábamos que no tenía propósitos en los asuntos prácticos de la vida.  Sé que la gente piensa que nosotros, en aquel tiempo, éramos muy desarrollados espiritualmente y que teníamos una comprensión de las grandes verdades enseñadas por el Maestro, superior a la que poseen ahora los hombres, pero te digo que esto es un error.  Éramos hombres comparativamente ignorantes, pescadores  por ocupación, y nuestra educación no era superior a la del hombre obrero común de ese tiempo, y cuando Jesús hizo el llamamiento para que fuésemos sus apóstoles, nos mostramos sorprendidos y vacilantes, tanto como tu, cuando se te declaró una misión similar.

Nuestro conocimiento fue adquirido con nuestra fe en las grandes verdades que el Maestro enseñó, y de nuestra observación de los grandes poderes que él manifestó, y también de la influencia del Gran Amor que poseía.  Pero la humanidad se equivoca al pensar que fácilmente entendíamos las grandes verdades que él enseñó.  Sólo después del descenso del Espíritu Santo sobre nosotros en  Pentecostés, que entramos en total armonía con el Padre, o que apreciamos totalmente las grandes verdades que el Maestro había enseñado.

Por supuesto, aprendimos muchas cosas que los hombres de aquel tiempo no conocían, y nuestras almas se desarrollaron en un alto grado, pero no lo suficiente para que llegáramos a un conocimiento del maravilloso significado de las verdades que causaron que los hombres fueran libres y  al unísono con el Padre.  En su conversación esta noche, ustedes discutieron el valor relativo de las oraciones y obras, y no estuvieron de acuerdo con el predicador, de que las obras son las grandes cosas que desarrollan el amor en el hombre y causa gran felicidad en el mundo, y que la oración no es de gran importancia.

Ahora permíteme, como espíritu y como un hombre que laboró y oró en la tierra, decir con una autoridad que surge de una experiencia y conocimiento real, adquiridos a través de la observación, que, de todas las cosas de importancia en la tierra para los hombres que persiguen la salvación y felicidad y desarrollo del alma, la oración es la más importante, pues, la oración logra, no sólo el Amor y bendiciones del Padre, sino la condición de mente y propósito que causará que los hombres hagan las grandes obras que el predicador les exhorta hacer.
La oración es lo que causa el otorgamiento del poder a los hombres, que les permite realizar todas las grandes obras que trae la recompensa al hacedor, y felicidad y beneficio a quien recibe las obras.

Entonces puedes ver, que los resultados nunca pueden superar la causa, pues, la causa, en este caso, no sólo otorga a los hombres la capacidad de hacer obras, sino también a amar y desarrollar su alma e inspirarlos con pensamientos buenos y puros.  Las obras son deseables, y en algunos casos necesarios, pero la oración es absolutamente imprescindible.  Por lo tanto, tu amigo y tu deben comprender y nunca dudar, que sin la oración, las obras de los hombres serían ineficaces para lograr el mayor bien que, incluso ahora, el hombre realiza para su prójimo.  Ora, y las obras serán realizadas.  Al realizar obras harán el bien, pero el alma no se beneficiará, pues Dios es un Dios que responde a la oración, a través de la ministración de Sus ángeles y mediante la influencia de Su Espíritu Santo, el cual opera en la parte interior o verdadera del hombre.

Me detendré ahora.
Con mi amor para los dos, soy su hermano en Cristo,

JUAN.